jueves, 24 de noviembre de 2016

DIA 3 - LUNES 21 - POCAS PELIS Y MUCHAS NUECES

Nos despertamos con seriedad. Mariela me trajo un café a la cama. En realidad casi todos los días me trae un café a la cama. No sólo eso, si no que tuvo la genial idea de traer al viaje un paquete de café colombiano que nos regalaron, y está buenísimo y Mariela es una genia. En fin, que la seriedad de la mañana resultaba de no haber podido sacar entradas para diversas pelis que queríamos ver. Algunas, simplemente, no aparecían entre las opciones del sistema electrónico. Salimos.
Anunciada pero no
proyectada: Macri gato.

Bajamos al cajero y éste le hizo una jugarreta a Mariela. No le entregó la plata, a la vez que puso una placa diciendo que la transacción se había realizado correctamente. Finalmente descubrimos que no le descontaron nada pero subió un poco más nuestro nerviosismo. Fuimos a retirar entradas para las pelis que queríamos ver y la mina de una boletería nos dijo que no habían más entradas para acreditados, pero al mismo tiempo tenían 80 asientos a la venta para NO ACREDITADOS. Además, nos enteró que habían películas que estaban programadas pero nunca habían llegado. Entre esas, El Vampiro Negro, que la queríamos ver si o si. 

¿Por qué no pueden ser como yo?
Volvimos al centro administrativo del festival re calientes. Le rompimos las bolas a varios jóvenes, hasta que penetramos a "La Zona Prohibida". Nos recibió un grupo de pibes macanudos que titubeaban ante nuestros planteos. Apareció, entonces, un hombre de mirada fría, afeitada al ras, y voz monocorde pero firme. Era un CEO. Todos le temían. El CEO nos barajó de toque. Nos preguntó con seriedad qué queríamos ver, hizo anotar nuestros nombres y obligó a sus esbirros a hacer un par de llamados. Yo intenté explicarle que el problema no era individual, si no colectivo. Que esto mismo le estaría pasando a mucha gente. Por último, le dije que si se me complicaba ver la peli de Oliver Stone, lo mataría. Bah no, que me mataría yo. Quiero decir, que me querría matar.. El CEO recalculó, frunció el ceño como si fuera humano, y un milisegundo después recompuso su estirpe robótica: "si tenés problemas para las entradas de Snowden, vení a verme" acotó. 

De vuelta en la calle marplatense, fuimos a buscar el auto. Condujimos hasta la siguiente película, en el estúpido Paseo Aldrey. El festival me estaba alterando, pero algo del lunes tuvo sabor a relajante muscular. Por empezar, la siguiente película.

Soñando despierto o viendo
cine sonámbulo.
Blue Velvet Revisited: Hay una película que me gusta muchísimo. Se llama Blue Velvet, escrita y dirigida por David Lynch y es del año 85 u 86. Cuando la rodaron, tuvieron la visita de un joven alemán que fue a registrar todo con su cámara super 8, a color y con tomas de sonido. Registró muy bonitas imágenes del proceso de rodaje, incluyendo actores, técnicos, locaciones, puestas en escena, y algunas desviaciones laterales del asunto. Lo que montó fue algo muy hermoso, con ritmo meditabundo, casi de ensueño. Con música de Tuxedomoon y John Foxx, interpretando unas piezas de experimentación serena, viajera e hipnótica, y algunas voces que le daban a la totalidad del asunto un toque un poco más narrativo, la película te hacia transitar por la experiencia creadora en cine, por su costado más artistico-humano, más sensorial. Fueron como dos horas super relajantes de oscuridad y butaca, en las que imágenes y sonidos te metían en un sueño lúcido o una parálisis de sueño.

Cuando salimos de la sala y caminamos por el Shopping, me acorde del señor Burns diciendo "les traigo paaz".

La Torreta marplatense
Mario Bross visita seguido la Torreta
La siguiente película sería a la noche, en otro cine. Entonces fuimos a conocer la famosa Torre Tanque. Se trata de una construcción en una loma bien alta de la ciudad, que tiene una torre más alta aún, que alberga nose cuantos cientos de miles de litros de agua. Es una edificación antigua, hecha con piedra Mar del Plata, que parece el córner de un "castillo" (que me disculpen la gente culta). Entramos y subimos a conocer por un ascensor antiguo de esos todos enrejados. Arriba hay una especie de mirador fue muy grato conocer. Cuando subimos había un contingente de escolares visitando y sacándose fotos. La estaban pasando joya y se portaron muy bien. Sacamos fotos. Luego bajamos por las escaleras, que eran de lo más curiosas.
Mar del Plata desde el mirador
el mirador desde el mirador.


Parece obvio pero por las dudas aclaro:
este es el interior de la Torreta.
Después de la Torre Tanque manejamos hacia los acantilados. Pasamos por el puerto, y me quedé con ganas de saludar a los lobo marinos. Si me voy de MDQ sin saludarlos no me lo voy a perdonar. En la zona de acantilados divisé varios lugares aptos para deshacerse de un cadáver. El viento y el día gris perfeccionaban la imagen de esa idea. Por suerte nadie nos mató ni tuvimos que matar a nadie. Bajamos a la playa y Mariela encontró algunas piedras de relativo valor. Yo saqué algunas fotos. Un tractor estaba haciendo de las suyas con lo que quedaba de la estructura de un viejo balneario construido en vertical, sobre un rocoso acantilado.

Una de suspenso: los acantilados.
De vuelta en casa nos alimentamos con algo y nos dormimos un rato. La siguiente película, en el Ambassador, era, dentro de todo, la que habíamos podido conseguir "de última".

Actor Martinez: el interés por este mamotreto surgió porque el librito hablaba de una comedia, en la que un actor quiere ser famoso y cae en las garras de dos directores que tendrian otros planes para él. Cine independiente, yanquee, nuevo. Podría funcionar. Resultó ser la más idiota de las formas de bullying audiovisual jamás proyectada en un cine. Es decir, volvemos al explotation, pero esta vez, aún más extremo que las otras. Acá los petulantes directores te querían hacer creer que, la sola documentación (ni siquiera un documental) del proceso de hacer trabajar a un pobre tipo de actor, sería algo experimental que borra los límites de la ficción y la realidad, o que al menos podría ser interesante, o gracioso. Una vez más, lo gracioso pasaba por reírse del actor desocupado (e incluso latino) confundido en lo más hondo de su miserable existencia. Más que interesante, la idea era idiota y desagradable: sólo se ponía de manifiesto la diferencia de clases entre el actor contratado y los directores contratantes. Y, respecto al posible carácter "experimental" de la cosa, era una gran huevada: no había límites borrosos entre ficción y realidad, porque no había ficción alguna.
ex víctima y actual victimario
del bullying. Si, con esa cara.

Al terminar la función el imbécil que "hizo" esta cosa se paró enfrente de todos a responder preguntas. Cabe destacar que mucha gente se mató de risa y aplaudió. Me animé a levantar la mano y preguntarle al tarado si no creía que el resultado final era una película que sólo ponía de manifiesto una diferencia de clases y nada más. El tipo sonrió somo si estuviera diciendo algo gracioso, y dijo "si". Después agregó un justificativo de lo más curioso: "el actor nos pidió hacer la película". Yo me acordé que hay ciudades en los que niñas ofrecen su cuerpo por dinero a los viajantes. Cuando salía un pelado me dijo: "eh, yo le iba a hacer la misma pregunta... porque soy sociólogo".

Cenamos de madrugada en uno de esos abierto 24 hs. Pasó caminando el director infeliz aquel y me dieron ganas de increparlo en medio de la noche bonaerense. Venía escoltado por un gorila cocainómano que tenía corte de pelo militar, músculos en el cuello y no paraba de hablar. Decidí mantenerme sumiso. Por suerte estaba con Mariela. Esos momentos son los peores para sentirse solo, porque el mundo se despliega como un sitio cruel, y uno tiene la sensación de ser loco sin estarlo. ¿Quien podría entenderme, si cago a trompadas a un director de cine yanquee en el transcurso de un festival?

Antes de volver a casa dimos unas vueltas con el coche. Estábamos medio manija y nos mandamos hacia el "Punto de Encuentro". Mariela se fue al baño. Delante mío cruzó el pelado que me había hablado en el cine. Le dije "eh sociólogo, ahí está tu director", y señalé hacia un costado. El director estaba recostado cancheramente contra una baranda y hablaba con unas minas. Trago en la mano, media sonrisa clavada. El Pelado dijo "vamos a cagarlo a trompadas"; y intenté prevernirlo: "ojo, tiene un nazi que lo proteje". El pelado cambió su cara cuando oyó la palabra "Nazi" y avisó: "yo soy de Tel Aviv, bah soy de Ahedo pero viví en Tel Aviv".

El "Pelado de Tel Aviv" demostró estar bien dispuesto a pelear contra un nazi. Nunca pasó. En cambio apareció un viejo conocido que siempre da mucho gusto ver: Naza. Quería charlar con él pero el Pelado de Tel Aviv era un interlocutor implacable. Nos contó que vio el estreno de Matrix en un cine de Nueva York sin saber de qué se trataba. Además de Israel, conocía muchos lugares.

Actor famoso llamando a su hembra
Había algunas minas agitando la pista de baile. Apareció un actor "famoso" y se introdujo. Era bastante enano como todos los famosos. Miró una a una a las chicas de la pista mientras llevaba a cabo una danza de apareamiento. Un espécimen femenino "atendió" el llamado y se le colgó del cuello. El actor no necesitó más. Nosotros tampoco. Terminamos nuestras birras y a la cama. Antes, sacamos entradas para las pelis que veríamos en el futuro...

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